Antes de abandonar Córdoba y partir rumbo al sur, necesitaba cerrar algunos asuntillos, como reclamar la plata que me debía Manta, la empresa trucha de traducciones para la que había trabajado (sí, se llama Manta, no es coña). Lo que no sabía es que el entrañable dueño de la empresa (mi estimado Guillermo) me tenía reservada una sorpresa de despedida con violencia física incluida.
Para los que no están al tanto, el simpático director de Manta,un argentino que se las da de italiano y que critica el espíritu criollo de los trabajadores argentinos, me había gritado como un energúmeno varias veces al teléfono injustificadamente. La última vez fue la semana pasada porque desde Diciembre les estaba "acosando" para que me pagaran mi plata de Noviembre y aparentemente no le gustó que enviara un educado email en el que les decía que esperaba que no hubiera más retraso en el pago porque ya sería inaceptable. También le dije a Guille que no entendía cómo no tenían efectivo para pagarme pero sí lo tenían para montar un fiestorro de Navidad (fiesta a la que, por cierto, no me invitaron, con las ganas que tenía de ir...).
A continuación el relato de los hechos (siento que sea tan largo, pero algunos detalles merecen la pena):
Llegué ayer lunes 10 a su casa-oficina de mafioso a cobrar, tal como me había dicho él entre gritos (lo que no sabía era que podía cobrar ostias también). Y, ¡oh sorpresa! la contable me informó con su cara de boluda que aún no tenían efectivo, escudándose en la escasez actual de billetes en el país. Yo le dije que esperararía a Guille y que no me movería de allí hasta que me dieran mi dinero.
Media hora después llegó Guillermito y empezó a gritarle a una empleada (leer con volumen máximo y voz de pito): "¡¡¿Quién dejó entrar a Vanessa?!! ¡Les dije que no tenía permitida la entrada! ¡Esta persona es una prepotenete y una maleducada!!"
Empecé a cagarme de la risa y le dije que el único maleducado alli era él. El tipo continuó gritando y diciendo que yo no tenía derecho a estar allí, que me largara,que eso era propiedad privada. Yo le dije calmadamente que me diera la plata y así me largaría rauda y veloz, que además había venido porque él me dijo que viniera el lunes.
Entonces pasó lo que no me veía venir. Al más puro estilo Cristiano Ronaldo, en plan villero, se me acercó a un centrímeto de la cara (echándome todo su mal aliento, puaj), empezó a respirar aceledaramente en plan psicópata y me levantó el dedo índice en posición amenazante: "¡Le dije que le pagaríamos el día 10 y le pagaremos el día 10! ¡Ahora lárguese de aquí y espere en la calle" (leer con voz de psicópata). Le pedí que no me gritara y que ni se le ocurriera ponerme un dedo encima.
Evidentemente, no me hizo caso y empezó a empujarme con violencia (ya el primer empujón fue de roja directa). Me resistí y le llamé loco, y él seguía empujando. Le dije que no me tocara más y entonces me agarró, hubo un forcejeo y me empujó contra una puerta corredera al borde de unas escaleritas por las que estuve a punto de caer. Mientras le llamaba hijo de puta observaba a los pelotudos de los empleados que miraban con cara de circunstancias pero que no movían un dedo para calmar al energúmeno.
Decidí irme pacíficamente, que no quería lesionarme antes de mi viaje. A pesar de ello el gran hijo de Exú me siguió hasta la puerta a empujones. Le dije que como me volviera a poner la mano encima iba a llamar a la cana (la pasma). El tipo me dijo: "Sí, sí, llame, llame, esto es un allanamiento de propiedad privada" Yo le respondí: "Pero si me habéis abierto vosotros, ¡gilipollas!
Así quedé abandonada a las puertas de la casa cual perrito callejero. Veinte minutos después aparecieron las dos boludísimas de administración con la guita. Mientras finalizaba la "transacción" les sugerí que buscaran a un psiquiatra para el loco de su jefe, a lo que respondieron con una mirada huidiza hacia el suelo. Me despedí con un "Ciao, suerte con el mafioso" y la tonta de la contable respondió sin darse cuenta: "Ciao, gracias"
En fin, conseguí mis 1500 pesos, pude insultar al sinvergüenza de Guillermo y salí ilesa ¿qué más se puede pedir? Según un colega mío seguramente esa noche la esposa haya pagado la ira del mafioso, que tiene un perfil de maltratador de manual.
Se ruega envíen sugerencias e ideas maquiavélicas para putear al tipo, aunque sólo sea por deporte.
Abajo, algunas foticos de los felices (por obligación para la foto) empleados, en la primera foto el primero a la izquierda es Guillermito.