Escapando de mi "estresante" vida cordobesa y después de pelearme telefónicamente con el boludísimo jefe de la empresa de traducciones (un argentino que se cree italiano y que critica la cultura criolla), partí en dirección a Posadas, en la provincia de Misiones.
Cuánta razón tenía la Shegua en su publireportaje publicado en este blog sobre los buses argentinos: ¡qué lujo! Me dieron mantita y almohada, merienda, cena y desayuno (hasta ofrecían vino y champán), y además sólo dos de las tres películas que pusieron eran malas.
Así que, cansada pero alimentada, llegué a Posadas: otro mundo, otra Argentina. Tranquilidad, conductores civilizados y auténticos fanáticos del mate al más puro estilo uruguayo. Extraña ciudad, por otro lado, donde las casas bajas contrastan con los numerosos edificios en construcción, o en destrucción (no logré averigüarlo) y la gente tiene acento caribeño.
Sobre el hostel (gracias Irene por la recomendación) ¿qué puedo decir?: piscina, hamaca y vistas a Paraguay. Por supuesto, entre los huéspedes estaban los típicos anglosajones post-adolescentes de "that´s cool, that´s great", pero conseguí ignorarlos enfrascándome en un libro donde el autor explica cómo eyaculaba en su Fernet con Coca (el libro lo "tomé prestado" del hostel para regalárselo a Jaime).
Abajo, algunas fotitos, entre ellas las de las ruinas de las misiones de los jesuítas, donde los nativos les seguían la corriente a los curas para ser menos explotados y para huir de las incursiones lusófonas en busca de potenciales esclavos.
Mañana más: mi legalización y el peligroso viaje a tierras fronterizas con Lusofolandia.
lunes, 13 de diciembre de 2010
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Ya veo que lo de las "fotos para dar envidia" es uno de tus hobbies. Eres mala con los que sufrimos el invierno europeo, concretamente, el invierno cañí que es seco y desagradecido.
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