De camino a Tafí del Valle, en provincia tucumana, tuve la suerte de marearme en el camino y, aunque no pude disfrutar del todo del paisaje de las Yungas (Selvas de Montaña), sí pude evitar que el pelmazo sentado a mi lado me diera conversación.
El pesado de turno era un extraño señor sesentón con pinta de gay antiguo a lo Jaula de las Locas (o quizás era simplemente hortera) al que ya había visto en la terminal dándole el coñazo a una pareja. Al verlo a mi lado y empezar a marearme por las curvas decidí hacerme la dormida y sólo respondí con monosílabos dos preguntas que me hizo, y así evité que descubriera mi acento gallego.
Desgraciadamente me lo volví a cruzar en las calles de Tafí y me empezó a hablar. El tipo había pensado que era una nativa del lugar por mi escaso interés por el paisaje. Al darse cuenta de que era gallega y encima de Barcelona, dijo: "¡Vaya! Si lo llego a saber....¡Podría haber hablado 3 horas con vos!" Y mientras me alegraba de no haberle dado bola, él me explicaba no sé qué sobre Castelldefels, las discotecas, Riquelme y no sé qué otros jugadores de fútbol.
Afortunadamente, cuando se viaja se suele aprender a detectar y evitar pesados. Siempre es bueno hacerse la dormida o la cansada y tantear el nivel de pesadez de la gente escuchándolos hablar con otros. Hay que ser oportunamente antisocial.
Por lo demás Tafí muy bonito y muy verde pero también muy mojado. La Pachamama no se apiadaba de mí por el norte argentino, así que tuve una estancia muy húmeda, sólo amenizada por las cenas del Nomade Hostel (un hostel normalito pero gastronómicamente excelente) y un temblor de casi 6 grados a las 5 de la mañana. Al no estar segura de si era un terremoto o la pareja de la cama de encima, decidí seguir durmiendo.
